El 26 de septiembre indudablemente tendrá su propio capítulo en los libros de historia. El mundo lo recordará como el día en que Colombia decidió dejar atrás una despiadada guerra que dejó una larga estela de dolor y muerte. El momento en el que América Latina eligió la paz.
Naturalmente, nadie quiso perderse la oportunidad de ser parte de todo aquello, ver al presidente colombiano Juan Manuel Santos y al líder de las FARC, Rodrigo Londoño, firmar ese acuerdo que cambiará la historia. Enrique Peña Nieto fue uno de ellos. El presidente mexicano dijo que su país quería ser testigo de aquel momento histórico.
Pero si Peña Nieto hubiera estado anoche en el Palacio Nacional en la Ciudad de México, hubiera recordado que hace dos años, otro 26 de septiembre había pasado a los libros de historia de su propio país, pero por las razones equivocadas.
Si hubiera estado en el balcón del Palacio Nacional, hubiera visto a cientos de personas rodear el Zócalo, los hubiera escuchado gritar con todas sus fuerzas 43 nombres una y otra vez, hubiera tenido que enfrentar el dolor de 43 familias suplicando justicia.
Texto por Josefina Salomón.
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